Ciclo de conferencias ‘Historia de las Ideas (IV)’

Jaime Olmedo subraya la ‘influencia perdida’ de España en la génesis del Romanticismo literario europeo

Carlos Gil

Jaime Olmedo, director técnico del ‘Diccionario Biográfico’ de la Real Academia de la Historia y profesor de Literatura en la Universidad Complutense de Madrid, ha impartido la conferencia “El espíritu de las letras: ideas estéticas del Romanticismo literario europeo”, en la que ha puesto en valor el papel de España en la eclosión de este movimiento transformador y complejo. El vídeo de la conferencia completa está disponible pinchando el botón de Play en la imagen que encabeza esta noticia.

15 diciembre, 2020

Ciclo de conferencias

Historia de las ideas (IV): La pasión de la libertad, entre el liberalismo y el Romanticismo

Perfil

Jaime Olmedo

La pasión por la lengua, la literatura y la historia confluyen de manera singular en la trayectoria de Jaime Olmedo, que, incorporado a la Dirección Académica del Instituto Cervantes, entre 2000 y 2002 coordinó en la Real Academia Española -por parte del Cervantes- el ‘Diccionario panhispánico de dudas’. Desde 2002 dirige y coordina en la Real Academia de la Historia el ‘Diccionario biográfico’ (publicado en 50 volúmenes entre 2009 y 2013, y en soporte electrónico en 2018) y el ‘Atlas cronológico de la Historia de España’ (2009).

Es la suya una atalaya apta para deshacer mitos y enmendar malentendidos; y esa es la tarea que se ha propuesto en la conferencia impartida en el ciclo ‘Historia de las Ideas (IV)’. En primer lugar, Olmedo ha distinguido “el Romanticismo de lo romántico. Lo romántico es una visión popular que simplifica y reduce un movimiento complejo y riquísimo, el Romanticismo, que supuso una transformación en todos los órdenes de la vida: social, moral, sentimental, cultural…”

Olmedo ha citado a Isaiah Berlin, quien vio en el Romanticismo “una revolución intelectual y espiritual de muy profundo calado; la de mayor envergadura, de hecho, que ha moldeado los modos de vida y el pensamiento occidental. La noción de la suprema libertad del artista y su veneración como un genio; la desconfianza ante las concepciones monolíticas y unidimensionales tanto del hombre como del mundo; la valoración no solo de lo irracional y de lo subjetivo, sino también de lo inacabado y disgregado o lo meramente esbozado; la preferencia por lo particular en detrimento de lo universal; la radical emancipación de las emociones y la celebración de lo espontáneo y lo exuberante; el esteticismo desenfrenado, con la exaltación de la belleza aun a veces a costa de la verdad y del interés; el auge del primitivismo (el mito, por ejemplo, del retorno a la inocencia y a la autenticidad de los orígenes); la nostalgia de un orden social que se constituye en torno a la idea de armonía con la naturaleza; la noción de que la disposición a sacrificar la vida por una idea es muchas veces más importante que la idea misma… Estas y otras muchas ideas, imágenes y actitudes características del hombre moderno hunden sus raíces en el Romanticismo”.

La dialéctica entre Romanticismo y Neoclasicismo

A partir de ahí, ha abordado qué es realmente el Romanticismo: qué afirma y contra qué se afirma, planteando “la dialéctica entre el Romanticismo y el Neoclasicismo, que es la estética contra la que se levanta”, y deshaciendo “una idea muy asumida: la de que el Romanticismo fue un movimiento a favor de la originalidad, de la libertad, del genio creativo… como si se enfrentara a toda la tradición. En realidad, da la espalda a la tradición más inmediata -la Neoclásica- pero engarza voluntaria y explícitamente con otras tradiciones, como el teatro barroco o la literatura medieval”.

Esta perspectiva permite resituar el papel de España en el Romanticismo y aprehender su verdadera importancia. En suma: deshacer otro mito. “En España consideramos el Romanticismo como un movimiento cultural que nos llegó con retraso y que aceptamos con reticencia; en definitiva, algo que nos resulta más bien ajeno. Y sin embargo, tenemos que poner en valor el ‘Romanticismo inconsciente’ de España, pues la literatura española estuvo en el origen de la renovación estética que surge en Alemania y que se extiende por toda Europa”.

Y es que, según Olmedo, “para los filósofos alemanes Cervantes es la culminación de la prosa y Calderón es la culminación del teatro: colocan a ambos autores en la cima de la excelencia literaria romántica”. Y no son sus únicas fuentes: “Junto a Calderón están otros dramaturgos barrocos. como Lope de Vega. Y, junto a Cervantes, si no otros autores, al menos otros géneros narrativos nacidos en España, como la picaresca o el género celestinesco, que surgen en España y solo en España. A ellos hay que sumar los romances anónimos medievales españoles, que completan el mapa del papel primordial de España en el origen del Romanticismo alemán, un papel que, sin duda, hay que sacar del olvido”.

Las raíces del hombre moderno

A lo largo de su intervención, el director técnico del ‘Diccionario biográfico’ de la Real Academia de la Historia desgranó ejemplos de esta influencia, que se aprecia, por ejemplo, en el núcleo generador del Romanticismo que se formó en torno a los hermanos Schlegel en Jena. “Los hermanos Schlegel fueron los más importantes teorizadores del movimiento romántico y jugaron un papel decisivo como difusores de la literatura española en el ámbito germánico y europeo. Augusto Guillermo Schlegel, en una carta escrita el 15 de marzo de 1811 a Goethe se declara como “el primer misionero de Calderón en Alemania”. Su hermano Friedrich, en su obra ‘Historia de la literatura antigua y moderna’, elogia el Poema de Mío
Cid y el Quijote, y el teatro calderoniano”.

Comprender mejor este periodo decisivo en la historia de Europa puede arrojar luz sobre el momento en que vivimos, según Olmedo. “Muchas de las actitudes características del hombre moderno tienen sus raíces en el Romanticismo. Pero quizá la enseñanza mayor que podemos extraer es que nosotros, como cultura, somos hijos de ambos mundos, tanto del romántico como de la tradición que se rompe con él. Después del Romanticismo todo se ha planteado reducido a dos alternativas: o clásico o romántico. Pienso que la interpretación que nos va a aportar efectos más positivos es que ni lo uno ni lo otro, sino ambas cosas al tiempo: es decir, lo clásico entendido como perfección formal y construcción racional; y lo romántico entendido como fondo sentimental, resplandor y luz. En ese sentido, la cultura de nuestro tiempo quizá deba aprovechar lo mejor de ambas alternativas y no pensarse a sí misma como una elección entre los dos extremos”.